Solo hace falta realizar una búsqueda en este sitio web para comprobar los grandes debates que genera GNOME Shell. Si en el pasado las discusiones se centraban en qué entorno era mejor, si GNOME o KDE, ahora el foco está puesto sobre la usabilidad del primero, más viendo que el concepto que maneja cada uno es tan diferente que se han vuelto difíciles de comparar (a su manera, GNOME 2 seguía la disposición de Windows).
La polémica que genera GNOME Shell deriva más que nada de su concepto, el cual no ha sido bien acogido por muchos usuarios. Es evidente que la tercera versión del entorno rompe muchos esquemas y que requiere de una reprogramación del cerebro del usuario.
No hay barra de herramientas ni bandeja del sistema, lo que puede terminar siendo poco intuitivo si se viene de la clásica disposición tipo Windows. Pese a todo, si se domina, GNOME Shell puede ofrecer un flujo de trabajo muy ordenado incluso en su experiencia por defecto, aunque aspectos como el Dash siguen necesitando, en mi opinión, una vuelta a nivel de diseño, o quizá el regreso de algo más clásico. El gran talón de Aquiles de GNOME Shell
Pero más allá de los debates que genera su peculiar concepto, el entorno que nos ocupa tiene un gran talón de Aquiles, y no, no está en su diseño, sino en la optimización y la eficiencia.
Criticar este aspecto en GNOME Shell no es algo de nuevo, de hecho muchos usuarios lo han hecho a lo largo de su trayectoria, sobre todo en los últimos años, ya que recuerdo haberlo ejecutado con una fluidez mínimamente aceptable en un netbook Atom hace tiempo, pero las versiones más recientes son un suplicio ponerlas a funcionar en ese discreto ordenador.
Pero no es sobre mi discreto netbook donde quería poner el foco, más que nada porque ese ordenador solo lo utilizo con XFCE en la actualidad. Lo que más me preocupa es el desempeño de GNOME cuando es ejecutado sobre mi viejo portátil Toshiba, el cual tiene las siguientes características básicas:
Modelo: Satellite Pro P200.
CPU: Intel Core 2 Duo T7300 a 2GHz.
RAM: 4GB de DRR 667.
GPU: ATI Mobility Radeon HD 2600 (identificada como AMD® Rv630 por el driver libre Radeon) con 256MB de memoria compartida.
Almacenamiento: SSD Samsung 850 EVO de 500GB. En MuyLinux probamos muchas distribuciones y entornos, y sí, muchas cosas se han probado sobre ese viejo ordenador, que cumplirá 11 años en mis manos el mes que viene.
Lo que pasa con GNOME es que es el único sistema operativo que no puedo ejecutar con plenas garantías, y aquí no solo meto al resto de entornos de escritorio, sino también a Windows 7 y 10, los cuales no brillan precisamente, pero sin duda van mejor que GNU/Linux con GNOME, lo que termina dejando a este último en un mal lugar.
Especialmente preocupante es la situación cuando se compara con Plasma 5. La diferencia de rendimiento que hay entre ambos es realmente abismal, hasta el extremo de que no parecen haber sido ejecutados sobre el mismo ordenador.
Mientras que el entorno de KDE muestra una fluidez impresionante si se tiene en cuenta las discretas características de la máquina, GNOME se ve totalmente incapaz de tan siquiera acercarse, algo que se nota sobre todo en el desplazamiento de los iconos cuando se acciona el lanzador. También es importante resaltar que, muy posiblemente debido al mayor consumo de RAM y CPU inicial, empiezo a percibir cierta saturación y pérdida de rendimiento del sistema antes en GNOME que en Plasma 5
Canonical ha realizado esfuerzos para introducir optimizaciones en Ubuntu 18.04.1, y aunque se nota bastante a la hora de usarlo, la realidad es que palidece al lado de Kubuntu y Neon, por nombrar dos implementaciones de la misma Ubuntu con KDE. Sobre Fedora, que la he probado bastante en los últimos tiempos, mi impresión es que se queda por debajo de la distribución de Canonical, aunque a su favor se puede decir que la versión 29 resulta bastante esperanzadora en este aspecto sin llegar a los niveles de Plasma 5.
Viendo la situación del escritorio GNU/Linux en su totalidad, lo más destacable es el cisma que hay entre las grandes corporaciones y los usuarios finales. Mientras que las primeras han cerrado filas en torno a GNOME, sobre todo tras la caída de Canonical, los últimos tienen mayoritariamente como referencia a KDE, cosa que ya hemos visto en múltiples ocasiones en MuyLinux y que también ha quedado plasmado en otros medios como Linux Journal. Los motivos de esta tendencia se apoya principalmente en dos razones:
Muchos usuarios son reacios a abandonar la disposición Windows, siendo este uno de los motivos de por qué existe Cinnamon.
Plasma 5 se muestra como un entorno mucho más optimizado y menos recargado de servicios en su configuración por defecto.
Pese a todo, parece las cosas empezarán a mejorar pronto
Soy de los que dicen que el hardware tiene que ser renovado. Es absurdo en estos tiempos querer utilizar un Pentium IV para ejecutar software de última generación, pero este caso resulta diferente, ya que GNOME se ha quedado solo a la hora de mostrarse incapaz de ofrecer una experiencia fluida en un hardware que a día de hoy sigue siendo totalmente útil para realizar las tareas más básicas.
Quizá aquí los desarrolladores del entorno tendrían que tomar nota de que no todos los usuarios de GNU/Linux disponen de un ordenador cercano a la última generación, algunos porque no se lo pueden permitir y otros debido a que no tienen ninguna justificación seria para renovar el hardware (en mi caso particular, porque el Toshiba no sale de mi casa, donde tengo un Ryzen para tareas pesadas).
Afortunadamente, tras meses de críticas, los desarrolladores de GNOME se han puesto manos a la obra para implementar mejoras y cambios que eliminen al menos algunos de los principales problemas a nivel de eficiencia. Pese a todo, a este entorno le queda todavía un largo camino para ponerse al nivel no ya de KDE, sino de Windows 10. Quién dijo que GNU/Linux consumía menos recursos que Windows Esto, desgraciadamente, con GNOME Shell no se cumple.
fuentes.muylinux.com
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